¿ENFADARTE PUEDE AYUDARTE A SER FELIZ?

¿ENFADARTE PUEDE AYUDARTE A SER FELIZ?

¿ENFADARTE PUEDE AYUDARTE A SER FELIZ?

Las personas que se enfadan cuando lo necesitan, son más felices que las que pretenden estar alegres todo el tiempo”, es la conclusión de un estudio publicado recientemente por la revista Emotion.

¿Por qué? Es debido a que todas las emociones son importantes. Podrían compararse al cuadro de mandos de un coche: al encenderse el símbolo del aceite, nos avisa de una necesidad del coche que si no atendemos, lo más probable es que desemboque en una avería. En el marco de las emociones, cuando salta la alerta de la ira nos indica que percibimos :

- una amenaza física, o a nuestra autoestima,

  • han sobrepasado nuestros límites o valores
  • algo nos parece injusto
  • necesidades fisiológicas como sed, hambre o cansancio

 

El enfado además nos proporciona energía y nos activa físicamente, aumenta el pulso cardiaco y prepara nuestros músculos para luchar por nuestras necesidades o para establecer nuestros límites . Pero si esa activación es excesiva, puede llegar a jugarnos malas pasadas. ¿Por qué el enfado produce tanta activación? La respuesta está relacionada con la genética. A nuestros antepasados este ‘plus energético’ les preparaba para luchar contra depredadores, enemigos o para protegerse de las inclemencias del tiempo. No siempre se podían arreglar las cosas razonando y la supervivencia estaba regida por la ley del más fuerte.

Hoy “la ley del más fuerte” ya no se refiere a la fortaleza física, hemos desarrollado otras maneras de solucionar nuestras disputas y normalmente no necesitamos reaccionar con agresividad física ante un conflicto.

 

¿Cómo gestionamos ese exceso de activación, que puede llegar a perjudicarnos? Normalmente darle rienda suelta descontroladamente no servirá de ayuda, pero  reprimirlo tampoco nos aportará beneficios a la larga. Si aceptamos y escuchamos nuestro enfado, seremos capaces de transformar ‘el enfado que destruye’ por ‘el enfado que resuelve’.

Para ello necesitamos:

  1. Conocernos, saber cuáles son los primeros síntomas físicos de nuestro enfado (puede ser calor en el vientre, tensión en manos, boca, presión en la cabeza…) para reconocerlos en cuanto comiencen.
  2. Estar aquí y ahora, para percibir los primeros síntomas del enfado, que es cuando aún no nos ha ‘poseído de todo la ira’ y aún podemos la posibilidad de gestionarlo. El mindfulnes y otras técnicas contemplativas sirven para desarrollar la atención plena.
  3. Hacer entre 5 y 10 respiraciones exhalando por la boca, de manera que podamos tomar unos segundos para calmarnos y evitar que ‘salte el piloto automático’, es decir, nuestra reacción habitual.
  4. Preguntarnos: ¿Qué quiero hacer con este exceso de energía que me está dando el enfado?”.  Tomamos responsabilidad de nuestro actos, eligiendo cómo queremos reaccionar. Pero no es fácil improvisar una alternativa cuando se está ‘en caliente’… Si la activación física es muy intensa, podemos canalizarla de forma constructiva, mediante el contacto con la naturaleza, realizando una actividad físicas, artística o musical, como hacer deporte, bailar, cantar, dibujar… Es muy efectivo a cualquier edad, incluso también puede hacerse en familia. Por ejemplo Súper Abuela recomienda una relajación dinámica a ritmo de rock n´roll  llamada `Soy Gelatina’, útil para niños y para adultos. Se trata de invertir ese ‘extra de energía’, en una actividad que podamos disfrutar.
  5.   Al retomar la tranquilidad podemos analizar cuál es la raíz real de nuestro enfado y ver qué podemos hacer para resolverlo. En ocasiones nos enfadamos con personas en las que descargamos nuestra ‘basura emocional’, aunque nada tengan que ver con la verdadera causa de nuestro enfado.  Por otro lado, un sencillo acontecimiento puede ser la gota que colme el vaso de otros motivos constituyan la verdadera causa del enfado, ya que hemos “aguantado hasta explotar”. En este caso, ser asertivos, estableciendo nuestros límites y necesidades desde un principio, puede ahorrarnos muchos problemas a medio largo plazo.

7.   Reflexionar sobre cómo nos gustaría reaccionar ante la situación que nos produjo ira. Nos visualizamos a nosotros mismos reaccionando como nos gustaría hacerlo.

 

Como todo, al principio nos costará, pero con paciencia y persistencia, es decir, con la práctica, podemos comenzar a cambiar los patrones automáticos por aquellos que nos propongamos.

 

Cristina Bermúdez Arbelo

Psicóloga. Creadora del Proyecto Artístico y Educativo Súper Abuela para el desarrollo de la emoción y la creatividad en el ámbito escolar y familiar.